
Todos sabemos la historia de Moisés: el hijo de una hija de Levi, que a causa de Faraón la mamá colocó a Moisés en una arquilla en el río y eventualmente llegó a los brazos de la hija del Faraón.
Moisés teniéndolo todo, riquezas, siendo parte de la familia del Faraón, defendió a un hebreo matando a un egipcio. A causa de esto, Moisés tuvo miedo y huyó, pero un día Dios lo llamó y Moisés dijo “Heme aquí.”
Dios llamaría y enviaría a Moisés a una tarea muy importante: liberar a su pueblo.
Claro que Moisés tenía dudas e inseguridades al momento del llamamiento, él tenía dificultad en el habla, pero eso no sería impedimento para que Dios lo usara, Dios estuvo en la boca de Moisés.
Cuando Dios nos llama y nos envía a hacer algo muy probablemente existan las dudas si seremos capaz o no y entrarán nuestras inseguridades al igual que con Moisés, pero aún con todo eso tenemos que decirle a Dios “Heme aquí.” Hay que entender que somos instrumentos de Dios, él hablará por medio de nosotros, él actuará por medio de nosotros.
No hay que temer, porque así como Dios estuvo con Moisés en todo momento, Dios estará con nosotros.